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  • Foto del escritorArmando Molina II

Vivir jugando

Actualizado: 19 oct 2020


DÍA DE ANTONIO

La alarma me despierta a las 6 de la mañana, me cabreo porque me encontraba en un sueño maravilloso, pospongo la alarma cinco minutos más. Me levanto a regañadientes, voy al baño, me visto deprisa y corriendo. Preparo un café apresurado y lo bebo con prisa, me quemo la lengua, me cabreo y se me cae un poco de café sobre la camisa. Voy corriendo a cambiarme, pero todas las camisas están en el cesto de la ropa sucia, arrugadas y malolientes. Me cabreo aún más. Lavo un poco la mancha de café y me vuelvo a poner la camisa. Miro la hora y veo que se me ha hecho tarde, son las 6:35. Salgo apresurado de casa y me dirijo a coger el metro, veo los rostros serios y cansados de la gente. Me sumo a ellos, soy uno más. Llego a la oficina y saludo seriamente a los compañeros, menos a uno que me cae mal, por lo que miro para otro lado. Veo sobre mi escritorio una pila interminable de papeles a gestionar. Al compañero de al lado le suelto un comentario negativo y pesimista. Comienzo mi trabajo con desgana y sin interés. Al leer el primer informe, vuelvo a mirar la pila de papeles que tengo que tratar, me parece imposible de acabar en el día. Comienzo a trabajar y a los diez minutos me voy al baño, aprovecho para fumar un cigarro. Vuelvo y continúo a regañadientes. Pasan las horas interminables y por fin llega la pausa del mediodía, voy al comedor y junto a mis compañeros empezamos a criticar a los jefes y a la empresa. Lo hacen todo mal, esto no puede seguir así. Vamos a quejarnos. Acaba la pausa y ninguno se atreve a quejarse. Continúo varias horas más, yendo a fumar siempre que puedo. Deseando que acabe la jornada, pero al mismo tiempo me invade una pena enorme por volver a casa, ya que nada me espera allí, más que una vida vacía. Acaba la jornada, y no quiero marcharme, me quedo un buen rato fumando a la salida y criticando un poco más junto a mis compañeros. Vuelvo a coger el metro, lleno de gente, hace calor, y todos están serios. Un mendigo recorre el vagón pidiendo una limosna, pero yo miro para otro lado. En la siguiente estación entra un músico con una guitarra y comienza a tocar delante mía. Me molesta, desentona con la seriedad generalizada, así que me voy al vagón de al lado para no oírle. Cruzando el vagón un hombre me sonríe, no sé por qué pero le devuelvo la sonrisa sin querer. Finalmente vuelvo a casa. Estoy solo, no tengo nada que hacer. Me tumbo en el sofá y veo la TV. Veo las noticias, el mundo va mal. Mi país es el peor de todos, los políticos los más corruptos de todos. Y mi vida es una mierda por culpa de estos políticos y de este país. Me veo una serie de Netflix, donde hay vidas más miserables que la mía, me voy a dormir tarde. Me acuerdo de la persona que me sonrió, no entiendo por qué.

DÍA DE DANIEL

Me despierto a las 5 de la mañana, sin despertador, salgo poco a poco de un sueño maravilloso. Me levanto y estiro mi cuerpo con diferentes ejercicios durante un par de minutos. Voy con calma al baño, me lavo la cara. Voy al salón y abro la ventana, hace bastante fresco, respiro el aire puro. Estoy agradecido por todo. Me siento unos minutos en silencio, contemplando, meditando. Preparo un desayuno tranquilamente. Un té, unas tostadas, algo de fruta. Corto la fruta con delicadeza. Aún tengo algo de tiempo, así que aprovecho para escribir ese sueño maravilloso que he tenido, antes de que se me olvide. Me visto tranquilamente y salgo de casa a las 6:30. Camino tranquilamente hacia el metro, disfrutando del despertar de la ciudad. En el metro todo el mundo está serio, pero yo sonrío. No lo puedo evitar. Enfrente mía veo a un hombre con una mancha de café en la camisa. Mira el móvil con atención. Saco un libro y empiezo a leer.

Llego a la fabrica, saludo amablemente a todos los compañeros y charlo brevemente con el jefe. Me pongo el mono de trabajo y voy a mi puesto. Hay bastante volumen de trabajo, una pila bastante grande de chapas que cortar. Cojo la primera y comienzo, me aseguro de hacerlo bien. Cuando he acabado, continúo con la segunda chapa. Busco el ritmo adecuado que me permita encontrar una armonía en cada movimiento. Me gusta el sonido al golpear la chapa en cada ocasión. Empiezo a cantar en mi cabeza esas canciones de infancia que mi madre me cantaba. Para cuando me doy cuenta, es mediodía y toca la pausa. Cojo mi mochila y me voy a un parque cercano. Me como mi almuerzo tranquilamente, contemplando a los pájaros, que vida tan sencilla, cómo se dejan llevar por los vientos sin apenas esfuerzo. Me imagino que soy un pájaro y alzo el vuelo hasta la copa de un gran roble. Luego me dejo caer a gran velocidad y antes de llegar al suelo abro las alas, sin esfuerzo alguno me elevo de nuevo. Fluyo con el aire. Vuelvo a leer lo que he escrito por la mañana sobre el sueño que he tenido. Se me ocurre una idea para un libro, me motiva muchísimo. Deseo empezar a escribirlo lo antes posible. Se acaba la pausa y vuelvo a mi puesto. No queda mucho por hacer, así que con calma continúo trabajando chapa a chapa, asegurándome de que quedan perfectas. Acabo antes de tiempo y me tomo la molestia de limpiar la zona de trabajo. Aún me queda tiempo y voy a echar una mano a un compañero. Él se queja porque considera de que no está bien organizado el trabajo. Voy a hablar con el jefe, y le comento que quizá se podría mejorar organizando el trabajo de diferente manera. Llega la hora de volver a casa. Me despido apresuradamente de los compañeros y corro hacia el metro. En el metro un mendigo me pide una limosna. No le doy dinero pero le sonrío, él me devuelve la sonrisa. Un guitarrista entra y se pone a tocar en el vagón de al lado, justo toca una de esas canciones que mi madre me cantaba de niño, me llena de alegría, así que decido acercarme para darle alguna moneda. Me cruzo de nuevo con el hombre de la mancha de café en la camisa, le sonrío. Tengo la impresión de que él me devuelve la sonrisa ligeramente. Aunque quizá es mi imaginación. Llego a casa y comienzo a escribir el libro que tengo en mente a raíz de mi sueño. Salgo a dar un paseo. Vuelvo y preparo la cena tranquilamente. Leo un poco. Me tomo unos minutos para reflexionar sobre el día que he tenido. Aprovecho para organizar el día siguiente. Organizo en mi cabeza lo que he de hacer en el trabajo y después del mismo. Necesito ir a comprar algunas cosas, hago una lista. También pienso cómo voy a continuar la historia de mi libro. Medito unos minutos y me voy a dormir temprano. Estoy agradecido.

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