En 1965, a la edad de 68 años, Swami Prabhupada, se embarcó en un buque carguero en la India con rumbo a los Estados Unidos. Su objetivo era predicar en occidente las enseñanzas de Krishna, uno de los dioses más importantes del hinduismo. Llegó a Nueva York con lo puesto, sin dinero. Y simplemente se dedicaba a cantar por la calle el siguiente mantra:
En plena ola de protestas por la guerra de Vietnam, con el movimiento hippie en su momento más álgido, y con muchos jóvenes experimentando con nuevas drogas, Prabhupada no tardo en llamar la curiosidad de los neoyorkinos. Rápidamente, todos esos jóvenes rebeldes en contra de la sociedad occidental, muchos de ellos adictos a las drogas, quienes estaban completamente perdidos con sus vidas, encontraron en Prabhupada un camino a la verdad, a la paz interior que estaban buscando.
En muy pocos años este movimiento espiritual se extendió por todo el mundo, creando templos en las principales ciudades de varios países. Y dedicándose a cantar sus enérgicas canciones por las calles, llamando la atención de la gente y chocando con la realidad de occidente. Llamarón la atención entre grandes artistas de la época, siendo uno de sus más grandes precursores, el miembro de Los Beatles: George Harrison.
Mi relación con este movimiento religioso viene desde mi infancia. Mi padre, bien joven, los conoció en París, y le llamó la atención por ese choque entre la cultura occidental y la oriental. Y por todo el buen rollo que transmitían. Yo me he criado en Madrid donde hay un pequeño templo, con un magnífico restaurante vegetariano. Pero además, muy cerca, en Guadalajara (España), tienen un gran templo en un bonito palacio. Desde que era niño mis padres me llevaban a grandes celebraciones que hacían en aquel templo, y como niño, ver a toda esa gente cantar, bailar, con tanta alegría y tal derroche de energía, pues me gustaba mucho.
Recuerdo ir al instituto escuchando en mi mp3 música de los Hare Krishna, cuando mis amigos iban escuchando a Eminen, o quien estuviese de moda. Mi cercanía con este movimiento es muy especial. He visitado varios templos en diferentes países. He visitado el primer templo, en Nueva York, y he dormido una noche en un templo en Montreal. Fue una situación muy incomoda, ya que solo había un Hare Krishna, y era bastante fanático. Tuvimos una interesante discusión sobre el fanatismo, la cual cuento en mi libro, Hombres de poca fe.
El movimiento Hare Krishna me parece muy buen camino para alcanzar la paz. Pero prácticamente cualquier religión, bien practicada, y sin fanatismo, te puede hacer alcanzar la verdad, alcanzar a Dios. Por eso yo no me considero de ninguna religión, pero sí simpatizante de la mayoría.
En mi experiencia, el mantra que mejor funciona, que más energía y paz me da, es "El padre nuestro". Pero recitándolo despacio, meditando cada palabra. Cuando lo hago, una paz increíble me invade. Pero reconozco, que en un momento de estrés, en el ajetreo de occidente, recitarlo conscientemente me cuesta. Y ahí es donde recitar el mantra Hare Krishna funciona. No necesito recitarlo conscientemente, simplemente lo repito, y poco a poco la consciencia viene a mí, sin importar el caos que haya a mi al rededor.
Os animo a recitar tanto cuanto podáis el mantra Hare Krishna, lo podéis decir en silencio en vuestra cabeza al mismo tiempo que hacéis otra actividad, o lo podéis decir en voz alta, lo podéis cantar, podéis bailar con él. Os vais a llenar de una energía y una alegría maravillosa.
Os dejo mi versión favorita de las miles que hay. Está producida por George Harrison.
Y como sé que nos suele costar conectar con otras culturas, os dejo también esta versión de Krishna Das, un músico estadounidense, que hace una versión más accesible, más occidental, y perfecta para meditar.
¡Os deseo que conectéis con este magnífico mantra!
¡Hare Kirshna!