¿Por qué tememos a la muerte? ¿Por qué nos aferramos a la vida? Y lo más triste es que la mayoría de nosotros, principalmente en occidente, estamos a disgusto con nuestra vida, pero aun así nos aferramos a ella a toda costa. Preferimos una vida mísera que la incertidumbre de lo que vendrá. Deseamos que los días pasen rápido. Deseamos que llegue el viernes y se acabe la semana. Pero enseguida es lunes, y deseamos que pase rápido hasta el siguiente viernes. Y de nuevo lunes. Y las semanas pasan volando. Los años pasan volando. Y para cuando nos damos cuenta nos hemos vuelto demasiado mayores, nuestros cuerpos tienen menos energía y la muerte nos empieza a seguir de cerca. Empezamos a preguntarnos si hemos desperdiciado nuestra vida, como sucede en el libro "La muerte de Iván Ilich", de Tolstói.
Pero sabéis, la muerte está ahí para todos, y muchos no llegan a viejos, en cualquier momento se puede acabar para cualquiera. ¿Vas a desperdiciar tu vida hasta el final de tus días, cuando te conciencies de que se va a acabar?
¿Qué harías si conocieras el día exacto en que vas a morir? ¿Si te quedase un día, qué harías? ¿Si te quedasen 6 meses, qué harías? ¿Si te quedasen 10 años? ¿Si te quedasen 50 años? ¿Qué harías? Sé qué es un incordio pensar en tantas posibilidades, y pensar en el futuro nos aleja del presente, que es lo que defiendo a capa y espada en cada post, pero en este caso viene bien hacer la excepción. Viene bien pensar en el futuro, con sinceridad, y de alguna forma descubrirás el sentido de la vida, tu sentido de la vida, el cuál te hará vivir el presente de forma más auténtica.
Ahora en serio, qué te puede llevar pensar en esas posibilidades, ¿un día, una tarde? Da miedo y pereza, lo sé. Pero vas a descubrir algo importante y muy sencillo, cualquier niño lo comprendería, pero es algo que yo no te puedo explicar, porque para cada persona es diferente, y puede que lo comprendas al instante, o que te lleve unos años, o toda la vida, pero merece la pena hacer el esfuerzo.
Vivir cada día como si fuera el último suena muy bien, pero si vives 100 años, parece demasiado extremista. Hay que buscar un equilibrio, entre la estabilidad de una vida y la libertad del último día. Hay que estar agradecido cada día, no hay que posponer las cosas demasiado tiempo, pero tampoco hay que lanzarse de cabeza a todo. Si comprendes lo que es la vida, encontrarás ese equilibrio, tu equilibrio. Llegarás al punto donde no te aferras a ella y la disfrutarás como nadie. No temerás la muerte, pero te intrigará el alcanzarla. Y llegado el momento te irás con valentía, a vivir lo que sea lo que nos espera después.
¡Vive hasta la muerte! ¡Muere por la vida!