Me encanta viajar, pero está sobrevalorado
- Armando Molina II
- 22 sept 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 17 oct 2020

Me encanta viajar, siempre me ha encantado viajar. Ya de niño, cada vez que hacíamos un viaje familiar era una sensación increíble, el hecho de cambiar la rutina, el ir a la playa o a la montaña, era como vivir una película. Al pasar varias horas en el coche, sentía una sensación de asombro enorme. La primera vez que volé, fue a Londres, ese primer avión me impactó mucho... O cuando me fui con 17 años a Estados Unidos, al aterrizar en Chicago se me caían lágrimas de la emoción. Vivir en otro país, con otro idioma y otras costumbres me hacía estar en un continuo estado de consciencia.
De pronto acabé el instituto, era libre. Podía hacer lo que me diera la gana con mi vida. Decidí irme a Escocia, y menuda aventura... Volví a Madrid. Empecé a viajar mucho, en coche, en bus, en avión, en barco, a pie o haciendo autostop. Volví a pasar una temporada en Estados Unidos, me fui a vivir a Bulgaria. Me fui a vivir a Francia, donde resido actualmente. Y bueno, he experimentado muchas cosas increíbles en los últimos años.
No sé en que momento exactamente, pero hubo un día en el que me di cuenta de que estaba huyendo. Es cierto de que viajar es emocionante: la novedad, la aventura y el hecho de que la mayoría de miedos y complejos que nos acompañan en nuestra rutina diaria se queden en casa, al menos temporalmente, pues es un plus. Viajar es una buena forma de conocerte, de aprender. Pero hubo un día, creo que cuando hice 5.000 km a dedo, cruzando Europa de punta a punta. Un día donde me di cuenta de que huía. Me gustaba viajar, sí. Pero estaba huyendo. Temía el tomar responsabilidades, el construirme una vida.
Para mí era tan sencillo viajar, aún no teniendo dinero, que a la mínima que sintiese que me faltaba algo en mi vida, pues me largaba en busca de aventuras. Pero eso es un peligro, porque huía de mí mismo. Posponía él enfrentarme a esos problemas que dejaba en casa, a pesar de que antes o después me atraparían de nuevo.
Y no solo yo, he conocido a muchos viajeros, a muchos mochileros, y me atrevería a decir que la mayoría están huyendo. Huyendo de sí mismos. Quizás no los viajeros noveles, que simplemente experimentan. Pero los que hacen de su vida un continúo ir y venir... es porque algo sucede en su interior, algo a lo que no se han enfrentado.
Y como todo en la vida, hay que buscar un equilibrio. Viajar es una de las cosas más maravillosas e enriquecedoras que podemos hacer en nuestras vidas, pero en el momento en que viajar es una excusa para no afrontar la realidad, la magia desaparece.
Después de dar muchos tumbos en mi vida de un lado a otro, parece que me voy haciendo a la idea de que he de enfrentarme a mis miedos y comienzo a tener una vida estable en Francia. Por su puesto, continuaré viajando, tanto como pueda, pero espero que no sea huyendo de nada.
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