Recuerdo cuando me sacaba el carnet de conducir. En las primeras clases prácticas iba con todos los sentidos funcionando al máximo. Mi profesor me decía que conducir era muy sencillo, lo que costaba era automatizar todas las acciones que debíamos hacer al mismo tiempo. Desde pisar los pedales, mover el volante, cambiar de marcha, escuchar el motor, hasta lo más difícil, controlar el entorno, ver todo lo que sucede a nuestro alrededor y más adelante. Anticiparnos a todo.
Después de varios años conduciendo, todos esos pequeños gestos que me requerían toda la atención y esfuerzo, ahora me resultan completamente naturales, no he de pensar que debo hacer, todo está automatizado, y puedo conducir completamente de forma inconsciente. Y lo único que ha requerido es practica, horas y horas de hacer lo mismo.
Con nuestro ser, con nuestra personalidad, pasa exactamente lo mismo. Hemos interiorizado de forma automática nuestro comportamiento, nuestros ideales. Y los aplicamos inconscientemente día tras día. Esto me hace preguntarme si eso que creo ser es mi auténtico yo, o es una personalidad que se ha ido forjando, ajena a mi verdadero ser, a base de repetir y repetir hábitos que la sociedad y mis circunstancias me han impuesto.
Tengo claro que durante la gran parte del día actúo completamente inconsciente, como un autómata. Me he acomodado demasiado bien a esta personalidad. Me muevo sin pensar, hablo sin pensar, incluso pienso sin pensar. Cuando me refiero al verbo pensar, me refiero a pensar conscientemente. A ser consciente de cada acción y cada decisión en el momento presente. No lo hago. Manejo mi cuerpo perfectamente, igual que conduzco perfectamente, pero ambas cosas las hago completamente de forma inconsciente. Y eso me hace plantearme donde está mi yo consciente y quién soy realmente.
Pasar una vida haciendo cosas que suceden por inercia, que suceden por una programación preestablecida, es lo que hace un robot. Es una vida desperdiciada, una vida preconcebida, una vida falsa. Este punto me obsesiona, quiero vivir una vida auténtica, donde en cada momento sea yo quien decida, quien haga, y no una programación de mi cerebro. Y después de mucho practicar he dado con un sencillo truco, el cual consiste en responder a tres sencillas preguntas que de forma inmediata me hacen conectar con mi verdadero ser. Esas preguntas son las siguientes: ¿Dónde estoy? ¿Qué hago? ¿Soy consciente de mi existencia?
Cada vez que respondo a esas tres preguntas automáticamente conecto con mi verdadero ser, lamentablemente la sensación dura muy poco. Pero practicando estoy convencido de que puedo cambiar las tornas y convertir en habitual el control de mi verdadero ser, el que piensa conscientemente, el que actúa conscientemente, el que habla conscientemente.
Y si yo puedo, cualquiera puede. Os animo a comprobarlo, a practicar este estado consciente. No consiste en dejar la mente en blanco ni en buscar un momento pacífico, consiste en ser consciente de la realidad, y siempre es un buen momento para ello. No importa dónde estéis ni con quién estéis, ni qué andáis haciendo. Simplemente responder a las tres preguntas:
¿Dónde estoy? ¿Qué hago? ¿Soy consciente de mi existencia?
Tan sencillo como comprobadlo vosotros mismos.