No soy un experto en física como para teorizar demasiado sobre el factor tiempo, aunque sí he estudiado bastante sobre el tema, y simplificándolo científicamente, podemos asegurar que el tiempo es relativo. Más allá de lo que pueda influir la fuerza gravitatoria sobre el tiempo, podemos llevarlo a un punto de vista más poético, más cercano. Cuando estamos pasando un buen momento, el tiempo pasa deprisa, cuando estamos aburridos, el tiempo corre muy lento. ¿Estamos de acuerdo, verdad?
Cuando disfrutamos no es es por la actividad que realizamos, es simplemente, porque estamos centrando nuestra atención en el presente, y el presente es nuestro estado natural, donde nos sentimos bien, conectados con nuestro ser y con la realidad. En esas circunstancias el tiempo se acelera tanto, que hasta desaparece. Solo vuelve a aparecer cuando nos volvemos a alejar del presente. Cuando no estamos disfrutando es porque evadimos el momento presente y el pasado viene con mucha nostalgia, añoramos todos esos momentos que hemos disfrutado conscientemente. El futuro nos hace soñar, anhelamos más momentos que nos gustaría disfrutar. También podemos temer el futuro, cosa bastante habitual. Ya que la mayoría de nuestras preocupaciones nunca llegan a suceder.
¿Por qué preocuparse entonces por el tiempo? Si lo que realmente marca el concepto tiempo es la nostalgia del pasado y el deseo o miedo del futuro, cosas que no son reales. En este momento solo hay una verdad, solo existe el ahora. Y es nuestra elección el disfrutar de este momento o no.
Nos gusta demasiado enmarcar ideas y conceptos, limitando así mismo sus infinitas posibilidades. Eso nos pasa con el tiempo, nos gusta enmarcarlo en periodos. Catalogar los mejores o peores periodos de nuestra existencia, de nuestras vidas. Buscar las diferencias y similitudes. Pero la realidad es que el tiempo no se mide por milenios, o siglos, ni décadas o años. Ni se mide por meses, ni semanas, ni días, ni minutos, ni segundos. Es más, ni se mide por momentos. El tiempo se mide por una decisión binaria. En todo momento hay dos opciones, aceptar, vivir y disfrutar el presente, o no.
Al final de nuestra vida lo que habrá en la balanza es el número de veces que hemos aceptado vivir en la realidad frente al número de veces que hemos aceptado vivir en la fantasía. Y depende completamente de nosotros elegir una u otra.
Deja de preocuparte por el tiempo, que no deja de ser una idea limitante más, y piensa en el infinito ahora. En esta vida infinita que tenemos en este preciso momento. ¡Disfrútala!